domingo, 20 de enero de 2008

La soberanía nacional reside en el pueblo?

Irremediablemente se acerca el día. El próximo nueve de marzo todos a las urnas, a ejercer nuestro derecho al voto, a comportarnos como auténticos animales democráticos. Porque el ser humano está dejando de ser un animal político para transformarse en un ente curioso cuyas responsabilidades para con su comunidad parecen terminarse una vez ha emitido su elección, mostrado su documento nacional de identidad y salido del colegio electoral. Ahí termina todo. Igual que la obediencia de los políticos debida a los compromisos adquiridos durante la campaña electoral. Los restantes tres años y trescientos sesenta y cuatro días ellos harán lo que les venga en gana y el electorado regresará a sus cuatro horas diarias de televisión, su hipoteca y su utilitario.Nadie cumple su parte del contrato en el proceso electoral. Los políticos tergiversan datos, hacen interpretaciones interesadas de cada encuesta y promesa y ocultan todo aquello que puede suponerles la pérdida de votos en beneficio del contrario. Los electores no estudian los programas, se guían por sus simpatías y antipatías y terminan convirtiendo el acto electivo en una especie de partido de futbol en donde tiene que ganar nuestro equipo cueste lo que cueste.

En España once millones de personas votan a una derecha heredera del franquismo cuyo único objetivo es asegurarse el poder. Otros once millones de personas votan a un partido socialista que de socialista tiene más bien nada y que, acudiendo a las urnas a principios de los ochenta con un mensaje de cambio, no sólo lo dejo todo igual en el plano político sino que desarmó toda la hacienda pública. El resto de partidos lo tienen complicado para estar bien representados debido a la ley electoral del Estado español que provoca que el tercer partido del país en votantes, sea el sexto en número de parlamentarios. Caminamos hacia un bipartidismo que, en realidad, no lo es. En los aspectos trascendentales para los ciudadanos, como pueden ser vivienda e inflación, uno no representa una alternativa al otro. Y políticamente, ambos están situados más a la derecha del espectro que a la izquierda. Lo que no se comprende es que veintidos millones de personas cuyos intereses son comunes y relativos a su capacidad de trabajo, escojan como dirigentes a individuos que benefician a la clase económica propietaria de los medios de producción.

Todo es un sinsentido. Tan sólo un número minoritario de ciudadanos trabajamos cada día del año en mejorar nuestro entorno y no nos conformamos con que se nos solicite un día nuestra opinión, para después ser despreciados el resto del tiempo. La democracia debería estar en la calle y sería imprescindible configurar cauces de participación directa. Mientras tanto, independientemente de quien gobierne, el poder sigue estando en manos de los jerarcas económicos que son quienes realmente lo controlan todo. Y esto gracias al hecho de que la soberanía nacional que reside en el pueblo se límite a elegir al que mejor te cae una vez cada mil cuatrocientos sesenta días.

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