martes, 30 de octubre de 2007

El cambio climático como creador de conciencia

La lucha contra el cambio climático podría suponer una crisis económica de carácter mundial. No obstante, al mismo tiempo, podría contribuir a crear una conciencia colectiva que permitierá a la humanidad afrontar un futuro incierto en mejores condiciones.


De lo que ha trascendido a la prensa del último informe del Panel Internacional de Expertos sobre el Cambio Climático –el IPCC por sus siglas en inglés-, habría que destacar dos aspectos: que a pesar de tomar de inmediato medidas drásticas, las consecuencias de lo deteriorado hasta ahora estarían presentes durante muchos años y que la actividad volcánica y solar hubieran producido en los últimos años un descenso de las temperaturas. Es decir, que teniendo en cuenta que esas medidas drásticas no se están llevando a cabo, ya podemos prepararnos para lo que se nos viene encima y que cada vez está más claro que lo que viene sucediendo es responsabilidad de la actividad industrial del mundo desarrollado.

Para la solución al problema del cambio climático, la segunda de las ideas previamente planteadas tiene muchísima mayor incidencia que la primera. Los grupúsculos de escépticos que todavía pululan a nuestro alrededor tendrán que aceptar, más temprano que tarde, que los ciclos climáticos no pueden explicar la inquietante cantidad de acontecimientos meteorológicos extraños que están teniendo lugar. Por tanto, la sociedad occidental debe comenzar a modificar sus hábitos si pretende poner coto a la desaparición de la vida del planeta como la conocemos actualmente. Sin embargo, nuestro sistema socioeconómico impide evitar la degradación del medio.

Nuestra economía se sostiene sobre el consumo irresponsable y desproporcionado de un sector minoritario de la población. Todo lo que es adquirido supone un gasto energético responsable de la emisión de grandes cantidades de gases de efecto invernadero. Una reducción en ese consumo, podría suponer el desmoronamiento de un importante número de grandes corporaciones y una muy dura crisis difícil de solventar. La cuestión radica en que, según todos los pronósticos, continuar del modo en el que nos encontramos, generará una crisis de proporciones similares. La ética es la única disciplina que puede permitirnos superar estas contradicciones. Nuestro modelo no es ético, como no lo son nuestras vidas. Un cambio en nuestra forma de consumir supondría la adquisición de una conciencia que podría suponer una herramienta excepcional a la hora de superar esa posible crisis económica. Además, conllevaría la supervivencia del planeta y gozar de una serie de recursos que siempre han tenido un carácter no finito al tratarse de productos renovables. Un par de aspectos con los que no habremos de contar si seguimos caminando en la misma dirección que hasta ahora.

jueves, 25 de octubre de 2007

TRECE ROSAS ROJAS

El pasado diecinueve de octubre fue estrenada la película "Trece Rosas" que recupera uno de los sucesos más duros y despiadados de la represión franquista en Madrid. La película no contribuye a dar una imagen sólida de los personajes en su aspecto más ideológico, a pesar de que su calidad técnica es indudable.

No creo que deba entrarse a valorar la calidad artística de “Trece Rosas” como artículo cinematográfico, ésta es indudable. Tampoco su emotividad, de la cual pueden ser una muestra los ojos vidriosos de los espectadores una vez hubo terminado el film. De lo que si me encuentro convencido es de que la historia real de estas trece mujeres gozó de una intensidad vital y política sensiblemente mayor de lo que da a entender la película. La sensación que tuve en la noche de ayer al salir del cine fue la de haber contemplado el desenlace fatal de un patio de juegos. La imagen de los protagonistas se me revelaba como un conjunto de rasgos banales, despreocupados, carentes de toda profundidad ideológica. No sabremos nunca las pasiones, anhelos y emociones que movieron a estas personas a involucrarse en la defensa de la República, pero los testimonios de otros compañeros y compañeras que sí lo hicieron dejan en evidencia la falta de solidez del guión de “Trece Rosas”.

Claro que, en España, incluso hoy, filmar una película relacionada con la Guerra Civil, o la posterior represión, conlleva una serie de limitaciones relativas a esa especie de censura autoimpuesta cuyo propósito es mantenerse en un terreno neutral. Lo que acaba sucediendo, a mi modo de ver, es que para evitar el revanchismo, lo que se cuenta acaba cojeando, perdiendo solidez y cayendo en los habituales tópicos y estereotipos. Luego resulta, que el mero hecho de tratar el tema se utiliza para denunciar las ansias de revancha del sector de la población que se siente más identificado con los vencidos. Al final la verdad de los hechos acaba quedando reducida a los lectores, aquellos medios de expresión destinados al gran público no hacen sino repetir una y otra vez los mismos acontecimientos con personajes diferentes. Esto impide un reconocimiento justo a la vida de aquellas personas que siguieron una idea con la convicción necesaria para terminar torturados y asesinados o en prisión y adquirir un aprendizaje que nos sea de utilidad para escribir nuestra propia historia.

Lo que más me ha sorprendido investigando sobre el tema es la fecha en la que fue colocada una placa conmemorativa en el cementerio de La Almudena, apenas seis años después de la victoria socialista de mil novecientos ochenta y dos. Quizás no sea sino el reconocimiento justo a la trascendencia que la lucha por una idea puede tener en el futuro. Algo imprescindible en estos tiempos escépticos a los que nos enfrentamos y que películas como “Trece Rosas” no contribuyen a evitar.

miércoles, 24 de octubre de 2007

La Ley de la Memoria Histórica, el Valle de los Caídos y el origen de nuestra democracia

La Ley por la Recuperación de la Memoria Histórica va perdiendo su razón de ser conforme la pseudoizquierda parlamentaria negocia sus contenidos con la heredera política del régimen. El último acontecimiento del que hemos sido espectadores privilegiados, el acuerdo sobre el Valle de los Caídos, roza lo inverosímil, el encaje de bolillos, la acrobacia última de una clase política que somete los principios últimos de la libertad a la voluntad de un sector de la población que sigue manteniendo sus privilegios de clase tutelar del Estado español. Convertir el monumento proyectado por el mismísimo Francisco Franco en un lugar de encuentro y homenaje a los muertos de la Guerra Civil parecería una ocurrencia surgida de la mente de algún ilustrador humorístico si no fuera por lo lamentable del hecho.

Me cuestiono cómo van a poder sentirse, aquellos que defendieron la legalidad republicana, integrados en semejante esperpento. Vamos a ser honestos con la historia y dejarnos de cuestiones más próximas a la candidez que a la realidad. El indignante monumento fue construido por presos de conciencia y pensamiento dentro de la política del régimen de humillación a los vencidos. Del mismo modo que lo fueron otras obras públicas. La maldad de todo este tipo de hechos no sólo reside en obligar a un convicto a realizar un trabajo para obtener una reducción de su pena, sino en el ideario de estas prácticas: los vencidos debían trabajar porque ellos eran los responsables únicos de la miseria del país. Algo similar a las condenas por adhesión a la rebelión de la mayoría de estos condenados a prisión o de los que sufrieron fusilamiento. Curioso que los sublevados enviaran a presidio a aquellos que habían defendido un gobierno legalmente constituido tras las elecciones libres de febrero de 1936. Todo buscaba legitimar la dictadura del mismo modo que el reciente acuerdo sobre el Valle de los Caídos contribuirá a que éste sea, aunque no sea demasiado correcta la expresión, normalizado.

En otros países, como Guatemala o Sudáfrica, se han investigado y publicado las atrocidades cometidas durante periodos determinados de su historia. Quizás se hayan firmado leyes de punto final y muchas de esas salvajadas hayan quedado impunes, pero las víctimas y las familias de los éstas han tenido la oportunidad de recibir el reconocimiento social que su dolor merecía. No podemos ponernos en su lugar y discriminar si hubiera sido mejor llevar a cabo otras iniciativas políticas. A lo que si nos lleva la reflexión es a darnos cuenta de que el caso español es vergonzante. El cenit se alcanza cuando se hace propaganda de la transición democrática y se plantea como el ejemplo idóneo de lo que ha de ser un proceso de este tipo. Algunas de sus deficiencias se están manifestando en la actualidad cuando los nietos preguntan por los familiares desaparecidos. Personas de las que, en algunos casos, han oído hablar por una comentario indiscreto. Tal fue el sufrimiento causado o el miedo infligido a los vencidos que las muertes de sus seres queridos fueron silenciadas, incluso, por aquellos que en otra situación hubieran exigido, al menos, un juicio justo y una condena ejemplar. El acuerdo no rompe con esta situación sino que la perpetúa, del mismo modo en que prolonga en casi tres décadas los errores en el proceso de desmantelamiento de la dictadura, como si se escuchara todavía el ruido de los sables, del clero y del gran capital. Algo que cuestiona, una vez más, el origen y la naturaleza de nuestra “democracia”.

Sólo existen dos caminos posibles para el Valle de los Caídos: su demolición o la creación de un museo en que sean reproducidas las atrocidades cometidas por el régimen sin tapujos ni cortapisas. Rompiendo con esas manías revisionistas de identificar dos bandos en igualdad de circunstancias, algo que justifica el golpe de estado y la legitimidad de la dictadura. De otro modo, no hacemos sino vivir en una “democracia” impuesta por la dictadura para mantener a los dirigentes de entonces en sus idénticos asientos con distintos apelativos. A pesar que de ello me muestro profundamente convencido.

jueves, 11 de octubre de 2007

ZARAGOZA ESTUDIA IMPLANTAR EL 'BICING' EN MESES

Las intenciones del Ayuntamiento de Zaragoza en lo relativo a la implantación de un servicio de alquiler de bicicletas no parecen sino una repetición de las políticas de lavado de imagen a la que nos tienen acostumbrados. En una población cuya movilidad se orienta casi exclusivamente al transporte privado, resultan hasta cómicas este tipo de actuaciones.

Debería tomarse con un marcado escepticismo elproyecto del Ayuntamiento de Zaragoza de implantar un sistema dealquiler de bicicletas similar a los que ya existen en las ciudades deBarcelona o París.
Los meses estivales de este año 2007 han contribuido a mejorar la imagen de la bicicleta en la ciudad. Cientos de zaragozanos se han decidido por este medio de transporte limpio y saludable para acudir a sus lugares de trabajo o de ocio. Sin embargo, este incremento en el número de ciclistas urbanos no ha tenido su repercusión en la calzada sino en las aceras, compartiendo el espacio con el peatón. Algo que mucha gente critica pero que tendría dos lecturas. La primera, que existe una parte no despreciable, aunque difícilmente cuantificable,de la población que quiere desplazarse en bicicleta pero que teme compartir la calzada con los automóviles. Un peligro que, a la luz de las estadísticas, es casi inexistente. La segunda, que existen opciones razonablemente rápidas y de bajo coste de transformar el modelo de transporte de la ciudad como es el uso compartido bici-peatón en aceras amplias o las zonas pacificadas -sectores de laciudad en que no se permita una velocidad superior a los 30km/h en la calzada-.

¿A qué nos lleva la primera de esas lecturas? Pues a considerar que la implantación de un sistema de alquiler de bicicletas en Zaragoza es similar a pretender correr un 'Tour' sin haberse comprado bicicleta.En una ciudad orientada principalmente al transporte privado, laimplantación del 'bicing' va a suponer un error que puede retrasar significativamente la incorporación al grupo de poblaciones que han comenzado a apostar por modelos alternativos de desplazamiento. Servirá, si acaso, para contribuir a dotar al equipo de gobierno de una imagen de preocupación ambiental que desaparece cuando se analizantodos los factores medioambientales que afectan, o son consecuencia,de sus políticas.
¿Y la segunda? A que al Ayuntamiento sólo le queda un camino posible:la apuesta decidida por un modelo sostenible de transporte que deprioridad a la bicicleta y al transporte público colectivo.

El 'bicing' es un excelente complemento a una ciudad orientada a unamovilidad sostenible y a campañas de sensibilización y promoción de la bicicleta. Zaragoza no reúne las condiciones necesarias, entre otras cosas, porque mientras que en otras ciudades se estaban realizando las acciones adecuadas, en la nuestra, la inoperancia de los diferentes equipos consistoriales no ha motivado sino un modelo de transporte inmovilista y no sostenible. Pruebas de ello han sido el fracaso dela "Mesa de la Bicicleta" o la chapuza del carril bici de Echegaray y Caballero. Mucho deberíamos temernos que el proyecto que nos ocupa supongamás de lo mismo.