jueves, 17 de enero de 2008

De la publicidad... yo no me creo nada

Ahora leo que el bueno de David Bisbal es capaz de darle un beso a su chica y, además, de montar en bicicleta. Ya decía yo que no sólo de la canción puede vivir el hombre, o la mujer, eso está claro. Lo que no está tan claro es el porqué de seguir trivializando semejante herramienta de transformación social. Del mismo modo se hace uso de ella en este caso para dar una imagen desenfadada de la meritoria pareja, que se utiliza en casi cada anuncio de automóviles. Si, no recordais, cuando el varón responsable padre de familia se aproxima al garaje a dejar el utilitario bien aparcado. Porque en esos casos lo que se publicita es un utilitario. Nada de deportivos rojos, todoterrenos imponentes o motocicletas de gran cilindrada. Al coche para la familia le corresponde un padre encantador cuyos hijos disfrutan del sano deporte del ciclismo. Eso sí, en cuanto el niño cumpla los dieciocho a la autoescuela pues lo que se anuncian son coches y no medidas de ahorro energético.

En cuanto a la niña, seguimos viviendo en una sociedad donde ellas manejan mejor que ellos y, sin embargo, su acceso al automovil sigue estando vetado. En las actuales circunstancias medioambientales casi debería ser un orgullo no conducir. Al menos uno puede decir que del lío este no sabe nada. Pero lo cierto es que, en el plano igualitario, el automóvil es más un motivo de desigualdad que otra cosa. Por ejemplo, ahora no soy capaz de recordar un anuncio en que sea la esposa imponente la que se adentre en el garaje familiar, sin impactar contra la sufrida bicicleta que seguro es de cartón piedra, conduciendo el entrañable utilitario. Y digo entrañable porque en los anuncios ni contamina ni causa accidentes, una maravilla, para que nos vamos a engañar. Me refiero a la publicidad que nos toma por estúpidos sin percatarnos. Pero volviendo a la esposa imponente, esa no es parte de la cultura magnífica del automóvil. A ella le toca el papel de diosa abnegada de la educación maternal que aconseja a los niños abrocharse el cinturón.

En fin, que mejor me quedo con mi bicicleta que, al menos, ella si entiende de igualdad, de acceso a la movilidad y de eso que se rumorea por ahí de que los coches contaminan, son ruidosos y alto tienen que ver en que miles de personas mueran en las carreteras cada año. Y, por cierto, de la publicidad, yo no me creo nada.

1 comentario:

Unknown dijo...

amén hermano, Yoli, la chica a la que han robado la bici, me asegura que no se había dado cuenta de lo cómodo que es su uso, la libertad e independencia que le da y el tiempo que se ahorra, hasta este momento, cuando tiene que usar el transporte público colectivo...Bueno ¿qué tal la radio? no hago más que echar de menos
a la gente y a cosas como micros y pedales...tengo de baja de momento hasta el viernes 25, y todavía tengo un hematoma interno de 3 cm...ahora me he leido la historia de la contracultura, de Ken Goffman (Ed.Anagrama)muy interesante