¡Observad hermanos, la primavera ha llegado; la tierra ha recibido el abrazo del sol, y pronto veremos los frutos de ese amor! Todas las semillas despiertan, igual que cobran vida los animales. A este poder misterioso debemos, también nosotros, nuestra existencia; por eso atribuimos a nuestros vecinos, incluso a nuestros vecinos los animales, el mismo derecho que tenemos nosotros de residir en esta tierra.
Pero, escuchadme todos, ahora tenemos que hacer frente a otra raza -escasa y débil cuando nuestros padres entraron en contacto con ella por primera vez, mas extendida y arrogante en nuestros dias-. Por extraño que parezca, se han empeñado en cultivar la tierra y están enfermos del afán de posesión. Estas gentes han establecido muchas reglas que los ricos pueden saltarse, pero no los pobres. Recaudan impuestos de los pobres y los débiles para mantener a los ricos que gobiernan. Reivindican nuestra madre tierra, la de todos, para su disfrute particular y se atrincheran contra sus vecinos; desfiguran la tierra con sus construcciones y sus inmundicias. Esta nación es como un torrente de nieve fundida que desborda su lecho y lo arrasa todo a su paso.
Resulta imposible convivir con ellos.
Toro Sentado, 1875
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