Me lo expliquen.
Pensaba que cuando se hablaba de concienciación no significaba, únicamente, repetir de modo irracional los eslóganes a los que nos tienen acostumbrados políticos y medios de comunicación de masas. Que había más sobre lo que hablar. Que estaba, sobretodo, la acción presente, que las personas cuando estaban concienciadas era cuando asumían responsabilidades. En este caso, restringir sin paliativos, y sin necesidad de obligatoriedad, el uso del automóvil. Lejos de eso, muestran una vez más la intocabilidad del transporte en vehículo privado motorizado -cuando la mitad de la población no tiene acceso al mismo- y un desconocimiento absoluto de la problemática real que lleva asociada la movilidad "cochista": no quiero que me toquen el coche, pero estoy dispuesto a pagar un poco más por emplear biocombustibles. Con lo cual, ni entiendo el problema, ni estoy concienciado, ni tengo idea alguna de lo que es un biocombustible.
Si queremos seguir comiendo, no ya tres comidas al día, sólamente una, será preciso que empezemos a aceptar que es preciso una transformación profunda de nuestra sociedad y desbaratar toda la estructura del automóvil. No hay superficie agrícola disponible para producir todo el bioetanol y biodiesel preciso, además de la necesaria producción de alimentos. Roturar nuevas tierras, desequilibra el balance y evita que el biocombustible sea efectivo en la lucha contra el cambio climático. Así que si realmente la población se conciencia, lo que pasa por entender todos los aspectos del problema, lo lógico es que exija la restricción del uso del automóvil y el fomento de los medios de transporte colectivos y de la movilidad dulce -bicicleta y peatón-.
En cuanto a otro de los apartados de la encuesta, en el cual se exigía la imposición de multas a las empresas que emiten demasiado dióxido de carbono a la atmósfera, también denota un desconocimiento de Kioto y de las medidas que se están tomando para detener el cambio climático. Las empresas -no todas, sólo algunos sectores- ya tienen que pagar una serie de multas si superan el volumen de emisiones que tienen asignado. En caso de que superen esos niveles y no quieran pagar esas multas deben adquirir derechos de emisión por la toneladas de más que van a producir. Lo que hacen es pagar a otras empresas, que sí que han conseguido reducir sus emisiones por debajo de los niveles que tenían asignados, para poder extralimitarse en sus obligaciones. En definitiva, el balance permanece igual y no se emite más de lo que un país tiene asignado. Si se admite que el principio "quien contamina paga", se debería también entender que las empresas ya lo hacen y que esos costos acaban revertiendo en el bolsillo del consumidor. O sea que, indirectamente, eres tú el que paga las multas y no las empresas. Además, si se admite que ese principio es bueno, por qué no se aplica también al uso del automóvil. Por ejemplo, en el precio del combustible. Pues por la misma razón por la que los coches no han entrado en Kioto, porque, a pesar de suponer una parte muy importante del problema, en esta sociedad son intocables. Algo que es difícil de entender e indignante.
El ciudadano medio no tiene idea alguna del problema. Se dedica a repetir los eslóganes que ve por televisión, lee en los diarios o escucha en la radio. Es lo que pasa cuando los problemas se utilizan como publicidad y no se invierte en campañas serias y profundas al respecto. Sobretodo, porque esas campañas cuestionarían muchos de los aspectos socioeconómicos que pocos se atreven a cuestionar en la actualidad.