jueves, 28 de agosto de 2008

Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti

Hombres Perro

Este pasado veintitrés de agosto se cumplieron ochenta y un años del asesinato de los anarquistas Sacco y Vanzetti por el Gobierno de los Estados Unidos después de un juicio vergonzoso y vergonzante. Una demostración de la inexistencia de los derechos y libertades de las democracias burguesas cuando éstas son cuestionadas al ser éstas garantes de la desigualdad social. Este cuestionamiento, por supuesto, no es de naturaleza teórica sino pragmática. Expresado en la calle o en las fábricas por la acción de las clases trabajadoras.

En palabras de Howard Zinn, escritor, historiador, activista y profesor de Ciencia Política en la Universidad de Boston, “El caso Sacco y Vanzetti reveló, de la forma más cruda, que las nobles palabras que presiden nuestras salas de justicia —‘Una Justicia equitativa ante la Ley— siempre han sido una mentira”. Y prosigue: “Esos dos hombres, el vendedor de pescado y el zapatero, no podían obtener justicia en el sistema americano, porque la justicia no se aplica por igual al pobre y al rico, al nativo y al emigrante, al bienpensante y al radical, al blanco y al negro. Y aunque hoy las injusticias se deslizan por caminos más sutiles e intrincados que en la época de Sacco y Vanzetti, su esencia permanece”. La democracia burguesa permite, sobre el papel, la emancipación de la clase trabajadora siempre que esta tome conciencia de su condición. Sin embargo, su retórica de justicia social desaparece una vez las clases que la dirigen se ven amenazadas ya que aquella no es sino la peonada de este tablero de ajedrez en que nos movemos y no puede esperar que las leyes para la burguesía se apliquen de la misma forma para los trabajadores.

Las amenazas de Augusto Pinochet Ugarte, con una democracia chilena poco consolidada, concernientes a la desaparición del Estado de derecho tan pronto sus protegidos fueran tanteados por la justicia, no son exclusivas de las dictaduras y el proceso que motiva este artículo es, a pequeña escala, una prueba de ello. La democracia burguesa, como a finales del siglo XIX, continúa constituyendo la mejor manera de organización política al servicio de la clase propietaria. Ha evolucionado ciertamente, transigiendo en aquellos aspectos económicos que han permitido una estabilidad suficiente como para que la acumulación de capital no se viera comprometida. Es decir, que la violencia del sistema, de existir, como sabemos que existe, no afecte el volumen de beneficios.

El proceso contra Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti muestra importantes paralelismos con acontecimientos históricos del pasado más reciente. El levantamiento militar en España el 18 de julio de 1936, la invasión de Guatemala en 1954 por tropas entrenadas por la CIA en la vecina Honduras o el golpe de estado en Chile el 11 de septiembre de 1973 supusieron, a gran escala, la supresión de los derechos y libertades individuales y colectivas, tal y como sucedió en el juicio contra los dos anarquistas de origen italiano.

Los tres sucesos políticos a los que se alude en el párrafo anterior presentan elementos comunes entre sí. En primer lugar, los tres levantamientos militares se dieron contra democracias burguesas en que elementos transformadores habían ocupado el gobierno después de unas elecciones libres. En España el Frente Popular, en Guatemala Jabobo Árbenz y en Chile el gabinete de la Unidad Popular con Salvador Allende como presidente. Con lo que no fueron golpes de estado contra el gobierno sino contra la voluntad popular expresada libremente en las urnas. Es decir, haciendo uso de los medios establecidos por la reacción para hacer prevalecer sus intereses sobre los de las clases trabajadoras. En segundo lugar, los tres gabinetes estaban llevando a cabo reformas económicas para superar la fractura social existente en cada uno de los países. En el caso de España, se llevó a cabo la reforma del estamento militar y se planificó la reforma agraria; en el de Guatemala, se ejecutó la nacionalización de los terrenos no productivos de la United Fruit and Co. y en el de Chile, también se llevó a buen término, la de las minas de cobre y salitre –con la que también estaba de acuerdo el centro-derecha que más tarde apoyo el golpe de Pinochet-. Estas reformas no fueron las únicas, pero si que fueron las más significativas. En tercer lugar, sobretodo en el caso español y chileno, los levantamientos dieron lugar a una represión brutal que duró años y que modificó la escena política de ambos países proporcionalmente al tiempo que ésta había tenido lugar. Por último, en los tres casos la manipulación informativa e importantísimas labores de desestabilización, contribuyeron a crear en ciertos sectores la idea de que los golpes eran algo necesario para evitar la deriva a la que navegaban los tres estados. Cuando, en realidad, el problema es que las clases pudientes identificaban el destino de la nación con la culminación de sus propios intereses y que, por tanto, al estar siendo perjudicados, también lo era el país. Una concepción de la historia bastante propia de la derecha, por otra parte.

Es posible que el lector se esté cuestionando las similitudes, o los paralelismos, entre estos acontecimientos desagradables tan recientes y el caso del que hace unos días se han cumplido ochenta y un años. Pues bien, también en la época en que se dieron los hechos, las jerarquías estadounidenses veían peligrar su estatus ante, por un lado, la inmigración y, por otro lado, el activismo de la clase trabajadora. No debemos olvidar que tanto el ocho de marzo, como el primero de mayo, conmemoran jornadas de resistencia marcadas por un final trágico dentro de los Estados Unidos. Además, pretendieron utilizar las ejecuciones de Sacco y Vanzetti como castigos ejemplares, del mismo modo que la represión en España y Chile pretendió terminar con cualquier atisbo de rebeldía. En ambas situaciones, a través del miedo. Además, del mismo modo en que las libertades y los derechos de las personas fueron abolidos tras las intervenciones militares que nos ocupan de forma explícita, lo fueron en el juicio-farsa de 1927 de manera implícita. Es decir, de facto, que es lo único que debe interesar a las clases trabajadoras.

En conclusión, en el momento en que los intereses de las jerarquías económicas se ven comprometidos, ya sea a gran escala mediante reformas dirigidas desde partidos de izquierda en el gobierno, o lo sea a través de la movilización social de los desfavorecidos, todo el aparato ideológico de la democracia burguesa de igualdad para todos los ciudadanos, justicia y soberanía nacional, se vacía de contenido y se siembra el terreno para la intervención militar financiada por esas mismas jerarquías económicas. Sucedió a pequeña escala con los trabajadores italianos y sucede a escala nacional, e internacional, cada vez que asistimos a un golpe de estado promovido por la reacción.

2 comentarios:

Unknown dijo...

sería muy interesante una discusión en la que se analizara cómo un movimiento obrero tan fuerte como el estadounidense antes de la I GM se desactivó, más que por la represión brutal, precisamente por lo más parecido a una etapa socialdemócrata que tuvo ese país (el new deal de FDR tras la gran depre, durante el periodo de entreguerras) Habría mucho que argumentar sobre el paralelismo de los procesos judiciales ad-hominem, que se convierten en juicios a las ideas y cómo se fabrica un golpe de estado (manu militari o no) y las semejanzas y diferencias de las intentonas en la América de entonces y la de ahora; p.ej. el caso de la guerra de Cuba, o cómo se fabrica una guerra desde los mass-media se parece mucho a la justificación de la intervención en Irak; bueno, que me enrollo, una recomendación, la figura de Joe Hill, con una excelente película sueca, un wobblie (miembro de la IWW), cantante como Woody Guthrie; creo que tb Billy Bragg canta algunas de sus Redsongs (si te va la onda folk-protesta de la dust bowl, imprescindible el Mermaid Avenue con los Wilco)
AY, Petisme, quién te ha visto y quién te ve...

escaramujo dijo...

Justo ando trabajando en estos temas para la polémica asignatura de educación para la ciudadanía. Se nos ha vendido el mito de la compatibilidad entre Estado de derecho y capitalismo. Desmontar este mito es una parte de la tarea que ocupa a Carlos Fernández Liria en su libro que lleva el nombre de esa asignatura. Los datos son incontrovertibles: el capitalismo no ha permitido jamás a la democracia pronunciarse contra el capitalismo. Los límites del estado de derecho son trazados en el momento en el que el anticapitalismo tiene alguna posibilidad en las democracias parlamentarias. En nuestras democracias occidentales los comunistas han tenido siempre el derecho analgésico de obligar al capitalismo a tener cierta sensibilidad social y política, pero nunca han tenido la posibilidad de corregir y cambiar las leyes capitalistas, pues en cuanto ellos ganaban las elecciones el marco parlamentario dejaba de existir. En los intentos que mencionas, y muchos otros más, en los que la izquierda anticapitalista siguió la vía parlamentaria y trató de cumplir su programa electoral, ha ocurrido que los mismos que presumían de un orden constitucional se han ocupado de alentar, financiar o provocar un golpe de estado; con ello se demuestra que lo que se da en condiciones capitalistas de producción es precisamente la ausencia de ley y de estado de derecho. Y lejos de identificar al estado de derecho como elemento ideológico de las sociedades burguesas, lo que mantiene mi profesor en su obra es la reivindicación de un estado de derecho real y no una mera apariencia de derecho, un lugar para las leyes lejos de su secuestro capitalista, el misterioso lugar de la objetividad y de la libertad, un lugar de cualquier otro que nada ni nadie pueda usurpar ni suprimir.